El séptimo sello de la discoteca

El séptimo sello de la discoteca

lunes, 20 de enero de 2014

Mulholland Drive - David Lynch (2001)

Empiezo a creer firmemente que mi problema con Lynch tiene un único culpable: Inland Empire. Fue lo primero que vi de él -también es cierto que hace ya unos cuantos años, en sesión matinal y versión original subtitulada-, y me niego a afirmar que eso sea surrealismo. Cabeza borradora sí me parece surrealista, y Twin Peaks tiene también sus tintes, y ambos productos me gustan. Pero lo de Inland Empire es distinto. Para mí, son simplemente cosas que podrían suceder efectivamente, sólo que el conjunto es tan retorcido que sería raro que se diera. Y la película las reúne todas, y es rara. Mulholland Drive es otra cosa. De hecho, después de verla he encontrado sospechosas similitudes tanto con Inland, lo que tampoco tiene tanta importancia, dado que tienen el mismo director, como con Cisne Negro (aunque la fotografía de esta última me gusta más).
En fin, decía que Mulholland es otro cantar; me parece una película bastante interesante. Se desarrolla manteniendo la intriga con dignidad y luego se deconstruye a sí misma y empiezan a salir sugerentes matrioskas de ella. Buenas actuaciones (a la pobre Naomi Watts siempre le caen papeles en los que sale malparada) y una buena trama, que deja algunos cabos sueltos, pero no tantos como me temía. La sensación final que me ha quedado después de verla es como estar a punto de resolver el puzzle, teniendo todas las piezas y sabiendo dónde encajan, pero aún sin proceder a terminarlo. Una sensación similar a despertar de un sueño y saber que todo su contenido está en tu cabeza, pero de una forma escurridiza con la que no acabamos de aprehenderlo. Y es que los sueños van tejiendo su red a lo largo de la historia, hasta darle la vuelta a todo y empezar a hacer girar el poliedro que es Mulholland.
No puedo evitar mencionar la presencia sonora de Badalamenti, reconocible desde el segundo dos de la película. El truco de Lynch para que sus creaciones sean desasosegantes es meter música inquietante en prácticamente todas las escenas, aunque lo que se nos muestre sea algo perfectamente cotidiano y sin un atisbo de misterio. En cambio, se interpretan también algunas canciones accesibles y que le cambian el ritmo positivamente, con una coherencia bastante razonable teniendo en cuenta que hablamos de Lynch.
Por otro lado, me gustan algunas reminiscencias de mitos y cuentos populares que he encontrado en algunos de los elementos, en concreto del que desencadena el parto de las matrioskas: la enigmática caja azul.
Tanto ayer por la noche, después de verla, como esta mañana a primera hora, le he estado dando vueltas y he elaborado mi propia hipótesis sobre su significado. Pero no la compartiré aquí. Mulholland Drive no es una película que necesitemos explicar o entender traduciéndola en palabras. No sabemos exactamente por qué, pero en nuestro interior la comprendemos. Igual que comprendemos nuestros sueños a pesar de su absurda apariencia.


8

sábado, 18 de enero de 2014

Oldboy - Park Chan-wook (2003)

Me ha costado entrar en el juego que plantea aquí Park Chan-wook, pero cuando he accedido, todo ha cambiado de medida. Oldboy es caos, su atmósfera sordidez y su guión de lo más retorcido. Precisamente por eso. Destaco la originalidad y la irrupción de una violencia que no la desmerece, una violencia que tiene ritmo, una cadencia envolvente que llega a parecer hermosa. Una manera diferente de narrar, de filmar, de desgranar una historia y darle continuamente giros que la van enriqueciendo hasta llegar a un post-final que nos hace un regalo en forma de vals de cierre. Tal vez eso ha culminado el efecto hipnótico y ha hecho que me dejara arrastrar finalmente, en una esfera de sensaciones que sólo logro traducir como un cerebro deshaciéndose en el tambor de una lavadora. Junto con la ropa sucia. Es diferente, pero a la vez nos recuerda a algo. Es una historia de venganza, pero deja en segundo plano la venganza. Es la búsqueda de una verdad que, en ocasiones, deberíamos dejar de perseguir por nuestro propio bien. ¿Qué es peor, una verdad despiadada o la incertidumbre? ¿Qué es peor, no saber cuánto tiempo va a durar nuestro encierro en esta prisión o saber que va a prolongarse durante quince años? ¿Qué es peor, la eterna estancia en la jaula... o descubrir que el mundo es únicamente una cárcel más grande? Oldboy convierte esos interrogantes en una sencilla y efectiva oda al olvido.


8