El séptimo sello de la discoteca

El séptimo sello de la discoteca

domingo, 15 de diciembre de 2013

Bab'Aziz - Nacer Khemir (2005)

Miramos la muerte como un bebé miraría el mundo que hay más allá del útero materno.


Me ha sorprendido esta película. Probablemente porque los paisajes que desconozco y las músicas de otros pueblos se me meten dentro de la piel enseguida. Y porque tiene historias, una engarzada detrás de otra, interconectadas, imaginadas y reales. Como un tenue despertar de Sherezade. Y porque el tramo final, donde se incluye una breve reflexión sobre la muerte, me devuelve a Platón, desde las sombras de su caverna al discurso de Sócrates antes de tomar el veneno.
Bab'Aziz es un crisol donde cabe todo, donde cualquiera puede bailar en busca de Noor, la luz espiritual. Al igual que me ocurrió con La vida de Pi, la bella aproximación a lo religioso me deslumbra y me lleva más allá de mi increencia. Es la perspectiva de aproximarse a formas de lo sagrado que son simplemente el agua, la arena, la música. Un cuento donde recorrer dunas al son de los relatos, compartiendo tramos del camino con todo aquel que desee ser acompañado.


7,5

sábado, 14 de diciembre de 2013

Dogville y Dogville en perspectiva de género - Lars von Trier (2003)

Lo siento, Dogville, pero te ha tocado. Una película vista nada más terminar Política Sexual de Kate Millett no podía librarse de la mirada de la sospecha. Y que conste que la película me parece buena, pero también me resulta interesante poner en perspectiva todos los juegos de género, unos más sutiles y otros menos, que se nos enseñan en las casi tres horas de película que nos ofrece Lars von Trier. De paso, añadir que es lo primero que veo de este director, y ciertamente tiene mucho mérito.
En primer lugar, porque lograr mantener la intriga y la tensión durante tres horas a través de la forma que elige, demuestra que es muy bueno. Dogville se nos presenta como una obra de teatro, donde hay personajes y un decorado casi desnudo. Si queremos ver montañas, casitas, vegetación, tendremos que recurrir a nuestra capacidad imaginativa. Que es bastante; por eso funciona sin problemas, pese a las posibles reticencias iniciales.
Lo que en un principio parece la típica historia en que una persona llega a un recóndito lugar y lo transforma llenándolo de vida (vista por ejemplo en Bagdad Café, que me gustó mucho), pronto da paso a algo mucho más siniestro. No tardé mucho en descubrir por qué me habían hablado como lo habían hecho de Dogville.
La película está bien llevada, los actores completan el vacío (físico, pero pleno dentro de nuestras cabezas) del espacio con buenas interpretaciones y una psicología bien definida. El final la cierra perfectamente, dejándonos dilemas morales suficientes como para que no podamos evitar reflexionar al respecto.
Es decir, que por todo ello me parece arriesgada y lograda, y Lars von Trier no me ha decepcionado.

Se podría decir que esa es una visión global que constituye una primera y autónoma crítica. A ella se puede añadir una segunda, acoplada y subyacente al guión, hecha en perspectiva de género. Porque Dogville representa a la perfección una serie de ideas que desde las estructuras culturales, políticas y económicas se nos ha hecho interiorizar, hasta tal punto que si no afinamos un poco la mirada, nos pasan desapercibidas.
Me cuesta elegir por dónde empezar. Podría aventurarme a decir que los personajes femeninos son como fantasmas. No son lo suficientemente corpóreos como para tener consistencia propia, sino que dependen para ello del resto de personajes. Masculinos, por supuesto. A diferencia, supongo, del personaje de Grace (Nicole Kidman), que al fin y al cabo es la protagonista (en realidad el protagonista es el pueblo en conjunto, pero).
El caso es que a Grace no le cabe prácticamente una sola idea preconfigurada más sobre lo que se cree que es una mujer. En primer lugar y por supuesto, es bella y joven. Si las mujeres en general tienen poca representación en el cine (a juzgar por lo que cuesta que una película pase el test de Bechdel), esas “otras” mujeres que son viejas, niñas, feas, obreras, alcohólicas, gordas… menos. Pero, además, la joven que encarna Kidman es servicial, dócil, frágil, débil, pasiva. Categorías reservadas en nuestra cultura a lo “femenino”. Incapaz de salvarse por sí misma (aunque fue lo suficientemente capaz de hacerlo para escapar hasta Dogville), dependerá constantemente de la voluntad de los hombres del pueblo y se entregará a ella sin mostrar ni por un momento lo que realmente quiere o piensa, todo bajo el fantasma del miedo a ser descubierta y expulsada del pueblo. La falta de sororidad (compañerismo entre mujeres) es cristalina. Cuando Grace pase a convertirse en un objeto, las mujeres no harán nada por impedirlo, responsabilizándola de ello, en su doble papel de mujer y de foránea. Vamos, un “otro” en toda regla.
No se puede obviar tampoco la clara vinculación a la sexualidad de este personaje. Y esto tiene muchos matices. Se la relega a la sexualidad, pero una sexualidad que en ningún caso ella busca o disfruta. Es un objeto sexual que sirve para reflejar la mirada egotista de los hombres del pueblo. Ello la imbuye además de la responsabilidad y la culpa. Grace es un recipiente vacío, la culminación última de la pasividad. Y lo soporta todo, pacientemente.
No puedo evitar pasar por el final para completar el análisis, porque conlleva también otros elementos muy dignos de mención. Así que, los que no la hayan visto, que se abstengan de seguir leyendo.
El final descubre el origen de la trama, el porqué de la huida de Grace y también su redención, que en realidad la arroja a la oscuridad, desarticulando toda su paciencia y “altitud” moral para llevarla al rencor y finalmente a la venganza. Una venganza obviamente ejecutada por un hombre, en este caso su padre. Nuestra protagonista tendrá que depender de un ente masculino hasta el final. Se presta así a ser rescatada y resarcida, en una conclusión bastante sombría acerca de la relativa bondad humana y de lo fácil que es que saquemos nuestras uñas plagadas de tinieblas en nuestra plena humanidad.
Con todo su contexto espacio-temporal, como escaparate de género no tiene precio.
Y como largometraje no deja de ser bastante bueno. Así que también con una mirada atenta y crítica se puede disfrutar una película. Las reflexiones morales que nos susciten después ya es algo que tendremos que resolver con nosotros mismos.

7

jueves, 12 de diciembre de 2013

La chinoise (La china) - Jean-Luc Godard (1967)

La Chinoise es sumamente interesante por la forma en que está construida, por la época en que se realizó, estrechamente ligada al contenido, porque refleja y critica, y porque se va construyendo a sí misma según avanza, desplegando varios niveles -incluido el nuestro- y permitiéndonos interactuar con todos ellos. Es una película que no basta con ver, con enfrentar de forma pasiva; nos pide mucho más que eso. Hay que debatirla, apoyarla, rebatirla, desvincularse de ella, negociar con ella: tenemos que experimentarla.
El contexto se vuelve aquí fundamental, porque Godard nos muestra en 1967 a una serie de estudiantes que viven en el París de 1967, un año antes de mayo del 68, con todo lo que ello implica. De lo teórico a lo práctico, va sumergiéndonos en ideas, ideologías, puntos de encuentro y contradicciones que nos invitan a nosotros a participar posicionándonos.
Personalmente, recomiendo escuchar el tema principal antes de verla; me parece la mejor introducción posible para saber qué vamos a encontrarnos. Ya al terminarla habrá que plantearse dónde nos encontramos.

 

8

jueves, 5 de diciembre de 2013

Das weiße band (La cinta blanca) - Michael Haneke (2009)


Me he sentado a ver esta película en tensión, por todos los zumbidos que me han llegado sobre ella antes de sacarla de la caja. Haneke se ha forjado una buena coraza de dureza, brutalidad y maldad; pero contra ella yo he construido otra propia, para que no me pillara desprevenida. No sé si ha sido por eso, porque tenía unas expectativas muy oscuras sobre "La cinta blanca", pero coincido con el autor en que no es el simple reflejo de una genuina perversidad humana. Que se nos muestren cosas terribles no quiere decir que estas sean innatas y naturales. Tienen su porqué, y suceden, pero también pueden cambiarse. Además, Haneke tiene una forma muy elegante de hacernos ver las peores realidades. No le hace falta mostrarlas explícitamente; nuestra imaginación ya basta para palpar toda esa maldad, realzada por el blanco y negro. La actuación es bastante buena; merece la pena verla en alemán. En el plano técnico me parece una gran película. La historia se desarrolla con calma, pero atrapa, y te mantiene durante sus 145 minutos en la tensión de quien espera lo peor. Pero eso no hay que esperarlo, está ahí, desde antes de empezar a verla. El ser humano es impredecible: eso es lo peor de todo. Pero dentro de esa impredicibilidad hay todavía mucho espacio para la esperanza.

8